Cuando falleció mi hermana ya llevaba más de un año trabajando con clientes el desarrollo y crecimiento personal, superar bloqueos. Después de vivirlo con mi hermana, me di cuenta que no era cuestión de andarse con naderías: tenemos un regalo que se llama tiempo. No lo apreciamos, lo malgastamos con naderías en vez de desarrollar nuestra Divina Obsesión. La nunca cumplida por mi hermana era crear un centro en el que los enfermos oncológicos pudieran vivir mejor los efectos de la quimioterapia. Ella había encontrado el sitio y estaba buscando inversores cuando finalmente venció al cáncer para nacer a Dios.
¿Cuántas divinas obsesiones no se cumplen?, ¿hasta cuándo estás dispuesto a alargar tu agonía? Yo no tengo un minuto que perder.