Hace poco estaba leyendo en la playa cuando se me acercó Enric, un profesor de secundaria jubilado. Le sorprendió precisamente que estuviera leyendo y nos pusimos a hablar sobre la educación y cómo ha cambiado en los últimos treinta años.
Enric me decía que él no apreciaba levantarse porque realmente es algo que hacemos porque sí, que el agradecimiento en sí por las cosas que tenemos habitualmente es complicado. Añadió que, el día que eso no tenemos, tampoco hay que lamentarse porque tampoco tendremos sentimientos.
Todo cambia radicalmente cuando no somos nosotros los que nos vamos, sino aquello que no apreciamos lo que se va:
- Las personas que nos rodean.
- Las cosas que disfrutamos (¡cuánta gente echa de menos el azúcar cuando se lo prohiben).
- Situaciones (reuniones familiares, de amigos, etc.).
Cuando le recordé ese punto, es cuando entendió que apreciar y agradecer no trata sobre nosotros como sujeto activo (yo me levanto) simplemente, sino también pasivo (recibo las acciones de los demás).